miércoles, marzo 11

Le petit prince

Un ensayo para la escuela.


La propia vida de Antoine de Saint-Exupéry pareciera salida de una novela o una de esas películas que se desarrollan en la época de la Segunda Guerra Mundial. Se cree que murió a la temprana edad de 44 años, cuando el avión que piloteaba durante una misión hacia los territorios franceses ocupados por Alemania, desapareció. Tiempo después, en 1998 (por que a las personas adultas les interesan las cifras) se encontraron cerca de Marsella los restos de su avión y una pulsera de plata grabada con el nombre de su esposa Consuelo, una ecuatoriana que sirvió de modelo para el personaje de la rosa, en la que se considera su obra más sobresaliente, “El Principito”.

Éste libro, me parece que debería ser leído por niños y adultos ó por una persona tanto cuando es jóven, cómo cuando es mayor. En cada una de las etapas de la vida, “El Principito” se lee con diferentes ojos. Así me pasó a mí que lo leí a los doce y casi diez años después tiene un significado nuevo o mejor dicho más amplio. Por que así somos los seres humanos. Nos la pasamos evolucionando y construyendo constantemente. Y hablando de seres humanos, el análisis que hace el francés originario de Lyon, acerca de lo que representa la humanidad, las cualidades, los defectos y las características más humanas que pueden existir como el amor y la creatividad, toca puntos filosóficos y sociológicos importantísimos, sobre la forma en que se maneja la sociedad en nuestros días. Es una crítica a la manera en que vivimos y a la vez una ventana que nos deja ver que las cosas podrían ser distintas, si pensaramos más como los niños.

Cada planeta que va visitando el personaje principal del libro contempla razgos del carácter humano. Así pasa por el planeta del rey que sólo da “órdenes razonables” a sus súbditos y dice que “hay que pedir a cada uno lo que cada uno puede dar”. A lo largo del libro nos acompañan frasesde peso filosófico y reflexivo.

    • “El farolero es el único que no me parece ridículo. Quizás porque se ocupa de otra cosa y no de sí mismo”.
    • “Domesticar es crear lazos… Los ritos son necesarios”

La que me parece la esencia del libro y un buen leit motiv:

  • On ne voit bien qu’avec le coeur, l’essentiel est invisible pour les yeux”

Y mi favorita:

  • “Tú no eres para mí todavía más que un muchachito igual a otros cien mil muchachitos y no te necesito. Tampoco tú tienes necesidad de mí. No soy para ti más que un zorro entre otros cien mil zorros semejantes. Pero si me domesticas, entonces tendremos necesidad uno del otro. Tú serás para mí único en el mundo, yo seré para ti único en el mundo”.

A lo largo del libro, Saint-Exupéry, aún siendo ateo, muestra rasgos de la educación jesuita con la que fue formado. En el capítulo que su personaje de rubios cabellos se encuentra con el zorro, no puede venir a mi mente sino la problemática del amor, de las relaciones interpersonales. La metáfora de crear lazos domesticando al otro, involucrarse y meterse en su vida poco a poco, compartiendo tanto las cosas buenas como las malas, confiando en el amor que existe entre los dos.

Es un gran mensaje el que ofrece este libro, si abrimos bien el corazón ya que como solía decir el principito, los ojos son ciegos. Invita no sólo a dejar los prejuicios, a llevar una vida sensata, relajada, también nos invita a ver la realidad, pero detrás de todas las alienaciones que nos estorban. Utilizar la creatividad, como los niños, pues ellos son los únicos que saben lo que buscan. Son los únicos capaces de ver un cordero dentro de una caja de zapatos.

Respecto a Antoine de Saint-Exupéry, yo me inventé mi propia versión de cómo pasaron las cosas. Para mí su avión no se estrelló en el mar Mediterráneo. Una historia tan linda no puede terminar así. Yo creo que su avión pesaba mucho y no lo podía llevar con él. Me gusta pensar que después de 44 años de habitar este planeta, decidió reencontrarse con su pequeño amigo con cabellos del color del trigo. También creó que Antoine y el principito se pusieron muy felices cuando en 1975 le pusieron su nombre al asteroide número 2578. ¡Qué suerte que no se lo regalaron! Porque seguro los dos se hubieran quejado argumentando que no es nada útil poseer una estrella.

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